El 27 de Junio
de 2016 será recordado no como el día en que Argentina perdió la final de la
Copa América Centenario contra Chile. No. Será recordado como el día en que Leo
Messi falló un penalti en la tanda que le podía dar el título a Argentina. Será
recordado por sus lágrimas posteriores. Pero sobre todo, será recordado por su
posterior renuncia a seguir en la selección argentina.
"Para mí
se terminó la selección. Ya lo intenté mucho, me duele no ser campeón con
Argentina y me voy sin lograrlo. Son cuatro finales las que me tocó perder,
tres seguidas. La
verdad que es una lástima,
pero tiene que ser así.”
Con éstas
palabras se terminó (al menos de momento) el periplo de Leo Messi por la
selección argentina. Y por primera vez Argentina pudo ver en el rostro de su
estrella esos sentimientos que tanto decían que le faltaba. Por primera vez
Argentina pudo ver llorar, sufrir y sobre todo, la soledad de Leo Messi. ¿Por
qué se siente sólo? ¿Por qué se va?
‘La Roja’ chilena
no sólo se hizo con el título, sino que volvió a poner frente al espejo a una
selección albiceleste que de nuevo quedó al amparo de Leo Messi. Por tercera
final consecutiva, Argentina no tuvo de quien tirar más allá de su estrella, y
fue Chile, quién si no, quien así lo certificó.
Messi siente
que a él se le exige más que a los demás. Siente que debe ganar un Mundial o
una Copa América para ser digno de llevar ese 10 en la camiseta que antes que
él portó “el pelusa”. Jugar a fútbol bajo ese nivel de exigencia (el más alto
que te puedes poner) es algo casi insoportable. Sólo la victoria te vale, y ni
siquiera eso te dejaría satisfecho, ya que era lo único esperable: solo valía
ese resultado, era lo esperado.
En el
Barcelona, a pesar de su condición de líder del equipo, reparte más esa
responsabilidad al contar con jugadores como Luis Suárez, Neymar, Iniesta,
Piqué…. En cambio en Argentina, nadie duda que Leo Messi es el crack absoluto a
pesar de contar con jugadores como Higuaín, Agüero, Mascherano, Di María….
Argentina es un país que vive y muere por el fútbol, un país pasional en donde
cuando su equipo gana es el mejor equipo del mundo y cuando su equipo pierde no
vale para nada y hay que echarlos a todos.
Messi jugó una
final apoteósica, un partido intocable, de una personalidad y arrojo que casi
emocionan. Cogió cada balón a 50 metros y decidió que sería el último de su
vida. Con mucho, el mejor partido de las tres finales... y a Argentina no le
bastó. ¿Por qué? Pues porque nada de lo que le rodea, en estas circunstancias,
es capaz de aportar algo que realmente le sirva a esa Selección no ya para
ganar, sino para ser mejor. Argentina volvió a jugar lejos de portería, volvió
a tener menos posesión que Alemania y las dos veces de Chile. Argentina no
tiene capacidad de plantarse en una final y mandar. A Mascherano, Biglia, Rojo,
Mercado, Di María, etc les falta calidad, jerarquía y en algunos casos, ambas
cosas. Repito, siempre en el contexto de Argentina. Un contexto salvaje que
además es tremendamente peculiar.
Las palabras de
Maradona días antes no creo que hayan ayudado en ésta situación. Sentirse “despreciado”
por un jugador al que admiras como todo argentino no tiene que ayudar en esta
situación. Se siente sólo: sólo porque la AFA es un desastre organizativo, sólo
porque la prensa argentina le culpabiliza de todo lo que le ocurre al equipo
además de exigirle ser mejor que Maradona, sólo porque la afición necesita un
título y sólo le vale ganar torneo tras torneo…. Y sólo porque no encuentra un
compañero sobre el que repartir parte de esa pesada carga. Porque no nos
engañemos, Argentina tiene muchos nombres pero pocos jugadores de auténtica
élite: contamos a Di María, Mascherano y poco más.
Pero, sobre
todo, lo que siente Messi, es culpa. Sí, culpa. Culpa por no haberle dado a
Argentina aquello que más desea que es un título. Messi se hace cargo, se ve
responsable de no poder hacer feliz a su país. Siempre quiso jugar para
Argentina pero no le puede dar una alegría. Se culpa de esas 3 finales en las
que no ha podido corresponder a su país ganando un título que no ganan desde 1993. Pudimos verlo al acabar la final con Chile: un Messi inconsolable, llorando con la mirada perdida, con ese sentimiento de oportunidad perdida. Y van 3.
Y Leo Messi
lloró, y Argentina comprendió que estos años con un % de victorias superior al
90% había sido una fantasía: siempre han criticado a Messi pero en el fondo
sabían que sin el ésta fantasía no se habría hecho realidad y ahora se dan
cuenta del daño realizado en el corazón de Leo.
Messi debería
plantearse su decisión por un tiempo y sobre todo, si volviese a jugar con la
selección, replantearse su manera de enfocarla: nadie puede jugar y ganar con
una mochila tan pesada a la espalda. Simplemente, disfrutar jugando, igual que
disfruta en su querida Barcelona. Sonreír. Sonreír celebrando un gol y no
celebrarlo con rabia de toda la tensión acumulada.
Y si finalmente
Messi no vuelve a la selección, nos daremos cuenta de que, en ocasiones, hasta
el mayor héroe que ha existido jamás también muere. Y es que, si recordamos,
Superman también acabó cayendo a manos de Doomsday. Leo Messi, el kryptoniano
del Camp Nou.
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