Muchas veces cuando llega el
final de temporada vivimos luces y sombras, alegría, desgana, sufrimiento,
orgullo…. ¿A que es debido esto? A que nos centramos tan sólo en el resultado. Pero debemos ser capaces de ver aspectos más importantes a lo largo de la
temporada que sólo las victorias, los éxitos o las derrotas, sobre todo
cuanto más pequeños sean los deportistas (importantísimo en deportistas de
base) resaltando en qué se ha crecido
como deportista y como persona, qué se ha mejorado, qué se ha aprendido y así
enseñar a trabajar en la reflexión y consecución de objetivos desde niños.
La comunicación es la mejor
herramienta que existe para crear vínculos firmes y seguros, previene los
conflictos y te aporta información muy valiosa para la siguiente temporada como
padre y como entrenador.
Sentir que se interesan por ti,
tanto tus padres como tu entrenador, hace que se refuerce la autoestima,
sientes que lo que haces les importa y hace que te comprometas más por todo.
Aunque se piense que la temporada
no podía haber sido peor, porque es
inevitable fijarse y que se fijen en los resultados, si ofrecemos ese
espacio de comunicación nos sorprenderemos de lo que son capaces de valorar los
deportistas. El primer paso lo tienes que dar tú y transmitir con hechos,
no solo con palabras, que realmente te importan otros aspectos.
Aquí es donde se demuestra que lo importante no es ganar o solo ganar,
que realmente estamos comprometidos con los valores que nos enseña el deporte,
el compañerismo, el compromiso, el respeto, la responsabilidad, el sacrificio…
Ocurre que a veces algún
compañero falta a entrenar sin avisar por exámenes, por eventos familiares, los
insultos a algún compañero, público o árbitro…. pero, ¿realmente valoramos
positivamente a los que no cometen estas acciones? Normalmente se da por hecho
que es lo que hay que hacer pero no lo valoramos. Si desde pequeños se premia
(un gesto, unas palabras…) por actuar en
favor de esos valores se consigue más que si se castigan las malas
actuaciones y es en esta dirección hacia donde debemos dirigirnos.
El
miedo a perder.
Sí, el miedo a perder. A veces necesitamos
hablar con el deportista para anticipar
la posibilidad de no ganar, porque normalmente todas las actuaciones se
destinan a conseguir el éxito, pero a veces aunque lo hagas muy bien no se gana
por diversos factores. Es un problema recurrente que condiciona muy
negativamente la ejecución deportiva.
Como ya he dicho anteriormente en
otros artículos, la buena ejecución en
el deporte se basa en centrarse en el proceso y no el resultado.
El problema sobreviene cuando el
deportista anticipa las consecuencias antes de ejecutar el proceso:
Es tan inadecuado anticipar las consecuencias negativas como las positivas, puesto
que en ambos casos la anticipación carga un programa emocional que
contaminará la percepción y decisiones del deportista. Por ejemplo, al
anticipar la posibilidad de un resultado no satisfactorio y unas consecuencias
negativas (voy a perder → miedo) se carga un programa de emoción negativa; por
el contrario, anticipar la posibilidad de un buen resultado y unas
consecuencias positivas (voy a ganar → euforia) se carga un programa de emoción
positiva.
¿Qué pasa cuando cargamos un
programa emocional? Pues que se contamina el proceso de cálculo aportándonos
datos erróneos.
Se realizó
un experimento para comprobar cómo influían las emociones en la
percepción del espacio; se distribuyeron grupos de sujetos seleccionados según
su estado emocional, negativos, neutros y positivos. Se les proyectó un
segmento de referencia y tenían que dibujar uno de las mismas dimensiones (en
una pantalla de ordenador). Los resultados mostraron que los sujetos con
emocionalidad negativa realizaban un segmento significativamente más corto que
el de referencia y los sujetos con emocionalidad positiva lo realizaban más
largo. Por lo tanto, concluyeron que la emocionalidad afecta a la percepción de
la dimensión del espacio (los de emocionalidad neutra se acercaron a las
dimensiones reales del segmento de referencia).
Así pues, la carga emocional
distorsiona la percepción del espacio (distancias y dimensiones). Si nos
atenemos a la función básica de V=E/T(velocidad es igual a espacio partido
por tiempo), podemos concluir que si la
emocionalidad distorsiona la percepción del espacio, también afecta a la
velocidad y al tiempo.
Veamos un ejemplo que todos hemos
experimentado alguna vez: cuando estamos esperando por algo (un aeropuerto, una
consulta, una cita, …) es muy diferente la percepción que tenemos si estamos
divirtiéndonos (emoción positiva) ya que el tiempo parece que pasa rápido, o si
estamos aburridos (emoción negativa) que el tiempo parece que no da pasado.
Las consecuencias que
esto tiene para la ejecución deportiva son determinantes.
¿Qué le puede ocurrir, por ejemplo, a un
tenista que anticipa la posibilidad de perder o ganar antes del final del
partido? Pues que si anticipa la
posibilidad de perder cargará un programa negativo y llegará tarde a la
posición de pegada, sus fallos principales serán bolas a la red y sus golpes
quedarán cortos. En caso contrario, en que anticipe la posibilidad de ganar, la
euforia hará que se precipite en coger posición y sus golpes tendrán tendencia
a salir de fondo.
Un boxeador fallará en sus
cálculos de posición del contrario. Un nadador no logrará autorregular su nivel
de esfuerzo. Un jugador de baloncesto se quedará corto en sus lanzamientos (E-)
o estrellará la pelota en el tablero (E+) en función de su estado emocional.
Así pues, la anticipación de
las consecuencias antes de la ejecución contamina el proceso con una carga
emocional.
¿Podemos hacer algo para evitar dicha
contaminación?
Centrarnos en el proceso de
ejecución. Una forma adecuada sería usando el autodiscurso o el diálogo
interno, ya que nos proporciona retroalimentación de nuestra ejecución,
sin ir más allá del cálculo de la ejecución en presente. El diálogo interno (y análisis activo de la situación) ocupa el espacio de procesamiento mental,
evitando que nos centremos en programas emocionales, de forma que el
cálculo de ejecución está mínimamente contaminado.
Por lo tanto, es necesario que aprendamos
a hablar con nosotros mismos de manera que el contenido de este autodiálogo nos
proporcione información de cómo va la ejecución y si debemos realizar ajustes, haciendo
así que los cálculos no estén contaminados por la distorsión emocional.
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