lunes, 8 de septiembre de 2014

Centrarse en el resultado vs. centrarse en la ejecución y miedo a perder: porque a veces ganar no es lo único importante.

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Muchas veces cuando llega el final de temporada vivimos luces y sombras, alegría, desgana, sufrimiento, orgullo….  ¿A que es debido esto? A que nos centramos tan sólo en el resultado. Pero debemos ser capaces de ver aspectos más importantes a lo largo de la temporada que sólo las victorias, los éxitos o las derrotas, sobre todo cuanto más pequeños sean los deportistas (importantísimo en deportistas de base)  resaltando en qué se ha crecido como deportista y como persona, qué se ha mejorado, qué se ha aprendido y así enseñar a trabajar en la reflexión y consecución de objetivos desde niños.



La comunicación es la mejor herramienta que existe para crear vínculos firmes y seguros, previene los conflictos y te aporta información muy valiosa para la siguiente temporada como padre y como entrenador.




Sentir que se interesan por ti, tanto tus padres como tu entrenador, hace que se refuerce la autoestima, sientes que lo que haces les importa y hace que te comprometas más por todo.
Aunque se piense que la temporada no podía haber sido peor, porque es inevitable fijarse y que se fijen en los resultados, si ofrecemos ese espacio de comunicación nos sorprenderemos de lo que son capaces de valorar los deportistas. El primer paso lo tienes que dar tú y  transmitir con hechos, no solo con  palabras, que realmente te importan otros aspectos.
Aquí es donde se demuestra que lo importante no es ganar o solo ganar, que realmente estamos comprometidos con los valores que nos enseña el deporte, el compañerismo, el compromiso, el respeto, la responsabilidad, el sacrificio…



Ocurre que a veces algún compañero falta a entrenar sin avisar por exámenes, por eventos familiares, los insultos a algún compañero, público o árbitro…. pero, ¿realmente valoramos positivamente a los que no cometen estas acciones? Normalmente se da por hecho que es lo que hay que hacer pero no lo valoramos. Si desde pequeños se premia (un gesto, unas palabras…) por actuar en favor de esos valores se consigue más que si se castigan las malas actuaciones y es en esta dirección hacia donde debemos dirigirnos.

El miedo a perder.

 Sí, el miedo a perder. A veces necesitamos hablar con el deportista para anticipar la posibilidad de no ganar, porque normalmente todas las actuaciones se destinan a conseguir el éxito, pero a veces aunque lo hagas muy bien no se gana por diversos factores. Es un problema recurrente que condiciona muy negativamente la ejecución deportiva.
Como ya he dicho anteriormente en otros artículos, la buena ejecución en el deporte se basa en centrarse en el proceso y no el resultado.

El problema sobreviene cuando el deportista anticipa las consecuencias antes de ejecutar el proceso:
Es tan inadecuado anticipar las consecuencias negativas como las positivas, puesto que en ambos casos la anticipación carga un programa emocional que contaminará la percepción y decisiones del deportista. Por ejemplo, al anticipar la posibilidad de un resultado no satisfactorio y unas consecuencias negativas (voy a perder → miedo) se carga un programa de emoción negativa; por el contrario, anticipar la posibilidad de un buen resultado y unas consecuencias positivas (voy a ganar → euforia) se carga un programa de emoción positiva.

¿Qué pasa cuando cargamos un programa emocional? Pues que se contamina el proceso de cálculo aportándonos datos erróneos.

Se realizó un experimento para comprobar cómo influían las emociones en la percepción del espacio; se distribuyeron grupos de sujetos seleccionados según su estado emocional, negativos, neutros y positivos. Se les proyectó un segmento de referencia y tenían que dibujar uno de las mismas dimensiones (en una pantalla de ordenador). Los resultados mostraron que los sujetos con emocionalidad negativa realizaban un segmento significativamente más corto que el de referencia y los sujetos con emocionalidad positiva lo realizaban más largo. Por lo tanto, concluyeron que la emocionalidad afecta a la percepción de la dimensión del espacio (los de emocionalidad neutra se acercaron a las dimensiones reales del segmento de referencia).

Así pues, la carga emocional distorsiona la percepción del espacio (distancias y dimensiones). Si nos atenemos a la función básica de V=E/T(velocidad es igual a espacio partido por tiempo), podemos concluir que si la emocionalidad distorsiona la percepción del espacio, también afecta a la velocidad y al tiempo.

Veamos un ejemplo que todos hemos experimentado alguna vez: cuando estamos esperando por algo (un aeropuerto, una consulta, una cita, …) es muy diferente la percepción que tenemos si estamos divirtiéndonos (emoción positiva) ya que el tiempo parece que pasa rápido, o si estamos aburridos (emoción negativa) que el tiempo parece que no da pasado.
Las consecuencias que esto tiene para la ejecución deportiva son determinantes.



¿Qué le puede ocurrir, por ejemplo, a un tenista que anticipa la posibilidad de perder o ganar antes del final del partido? Pues que si anticipa la posibilidad de perder cargará un programa negativo y llegará tarde a la posición de pegada, sus fallos principales serán bolas a la red y sus golpes quedarán cortos. En caso contrario, en que anticipe la posibilidad de ganar, la euforia hará que se precipite en coger posición y sus golpes tendrán tendencia a salir de fondo.
Un boxeador fallará en sus cálculos de posición del contrario. Un nadador no logrará autorregular su nivel de esfuerzo. Un jugador de baloncesto se quedará corto en sus lanzamientos (E-) o estrellará la pelota en el tablero (E+) en función de su estado emocional.

Así pues, la anticipación de las consecuencias antes de la ejecución contamina el proceso con una carga emocional.



¿Podemos hacer algo para evitar dicha contaminación?

Centrarnos en el proceso de ejecución. Una forma adecuada sería usando el autodiscurso o el diálogo interno, ya que nos proporciona retroalimentación de nuestra ejecución, sin ir más allá del cálculo de la ejecución en presente. El diálogo interno (y análisis activo de la situación) ocupa el espacio de procesamiento mental, evitando que nos centremos en programas emocionales, de forma que el cálculo de ejecución está mínimamente contaminado.

Por lo tanto, es necesario que aprendamos a hablar con nosotros mismos de manera que el contenido de este autodiálogo nos proporcione información de cómo va la ejecución y si debemos realizar ajustes, haciendo así que los cálculos no estén contaminados por la distorsión emocional.

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