Es común escuchar entre los jugadores que no suelen ser
habitualmente titulares, o tener una muchos minutos en el campo, quejarse sobre
las diferencias en el trato que tiene el entrenador con él y con otros
jugadores.
Por otro lado, el entrenador, en estos casos, suele lamentarse por idénticas razones. Desde su punto de vista, el jugador no interpreta el mensaje, no rinde cuando lo pone y no responde a la confianza que él le está dando.
Por otro lado, el entrenador, en estos casos, suele lamentarse por idénticas razones. Desde su punto de vista, el jugador no interpreta el mensaje, no rinde cuando lo pone y no responde a la confianza que él le está dando.
¿Quién tiene razón? ¿O quizás ambos tienen razón?
Para el jugador, evidentemente, la presión que siente cuando lo ponen lo desborda, al punto que no puede rendir a satisfacción. Para el entrenador, el jugador no consigue concordar en la sintonía del equipo. Cuando tiene que pensar, acelera, y cuando tiene que acelerar, frena. Y ninguno está faltando a la verdad.
¿Entonces? El problema no está en uno ni en otro, sino en la manera en que se están comunicando. Evidentemente, el mensaje o la manera en que el entrenador cree estar dándole confianza al jugador, llega a este último con una carga o intensidad tal que se traduce en una presión que no lo deja rendir en plenitud.
En los deportes de equipo, es normal que todos o la gran mayoría de los jugadores
sean suplentes en algún momento de la temporada. Aunque la suplencia, como
es normal, resulte dura e
insatisfactoria, los jugadores deben aprender a aceptarla como parte de
este deporte, adaptándose a ella sin acomodarse, lo antes posible, evitando
ante todo los problemas y conflictos con el entrenador o los compañeros.
Para ello deberán realizar rápidamente una adaptación
mental que les permita entrenar con el grado de motivación apropiado, la
autoconfianza necesaria para perseverar en el esfuerzo, el nivel de activación
y concentración adecuado en cada momento, y el autocontrol emocional y la
tolerancia a la frustración suficientes para seguir progresando y estar
preparados para ayudar al equipo cuando el entrenador lo considere oportuno.
La pérdida de la
titularidad puede resultar muy estresante para muchos
deportistas, ya que genera incertidumbre
(no tienen claro lo que espera el entrenador de ellos ni su futuro próximo), conflicto con otros compañeros (al
tener que competir por el mismo puesto), presión
por estar siendo evaluado (entrenadores, compañeros, familiares…), pérdida de autoestima (al sentirse
culpables por defraudar a otros y no conseguir lo que se espera de ellos)….
Saber manejar un equipo no es nada fácil, y una de las situaciones más difíciles de
gestionar es saber manejar una convocatoria. Saber gestionar el momento en
que decides el equipo titular, los jugadores suplentes y aquellos jugadores que
no van a ir convocados.
¿Porqué es difícil? Hay diferentes maneras de gestionar las
convocatorias o el equipo titular. Por ejemplo, vamos a hablar del método de las rotaciones. Mediante este
método lo que se busca es ir rotando al
equipo en casi todos los partidos, a razón de 3-4 posiciones o jugadores
nuevos con respecto al partido anterior, buscando así que todos los jugadores
se sientan importantes, que todos los jugadores estén en la mejor forma posible
y que todos estén listos toda la temporada y preparados para jugar en cualquier
momento.
¿Funciona? Sí, pero
con matices, ya que llegará un punto en la temporada en que lleguen los
partidos de mayor exigencia o los más importantes y en ese momento el
entrenador se ve en una difícil situación: ¿Sigo rotando en estos partidos o
saco a mi mejor equipo titular?
Si sigue rotando, la armonía de equipo se mantiene aunque se
arriesga a perder algo de calidad o de nivel poniendo a jugadores de menos
nivel. Si no rota y elige a su mejor equipo posible, se arriesga a que los
jugadores suplentes se den cuenta de cual es su papel real y que se sientan en
cierta manera engañados ya que la promesa de las rotaciones se cumple en ciertos
momentos y en otros momentos no.
Otra opción sería
tener un equipo titular más o menos establecido, variando quizás un jugador
o dos cada semana en función de cómo hayan ido los entrenamientos o de cómo
hayan rendido en el partido anterior, pero si no hay novedades salientables
siempre se elegiría el mismo equipo inicial.
¿Funciona? Lo que se
consigue con esto es tener un equipo inicial que se conoce muy bien pues
siempre juegan juntos. Además suele ser
el equipo de más nivel posible, aquel en el que hay más confianza a la hora de conseguir la victoria. Pero también
tiene aspectos negativos, como pueden ser el cansancio acumulado de los
jugadores al ser siempre los mismos los que juegan y tienen mayor desgaste y
además hay otro peligro: el banquillo de suplentes.
Para un jugador no es fácil asumir una suplencia. Obviamente
todos los jugadores entrenan para ser
titulares, nadie entrena para ser suplente. Pero puede llegar un punto en
la temporada en que si tú crees que estás entrenando lo mejor que puedes y aún
así siempre eres suplente, puede ser que llegues a acomodarte en esa posición
ya que sabes que no tienes nada que hacer para salir como titular, y por tanto
el jugador asume su rol pero de forma negativa ya que se relaja.
Aunque sin duda la situación más difícil sería un jugador
que sale como titular en un partido, el equipo pierde y en el siguiente partido
sale del equipo titular o incluso de la convocatoria. El jugador ante este
movimiento puede llegar a asumir que la culpa de la derrota es suya puesto que se siente "señalado" por el
entrenador. Y quizás el entrenador solamente ha buscado variantes para
buscar una mayor competitividad o que haya un compañero que haya entrenado
mejor esa semana. En estos casos la
comunicación del entrenador con el jugador es vital. Darle a entender
exactamente cuál es la situación, explicarle el porqué de este cambio tan
radical y si lo ha cambiado del equipo titular por su mala actuación,
explicarle exactamente qué es lo que ha hecho mal y sobre todo, que aspectos debe
mejorar para los próximos partidos.
Ante esta situación tan amenazante, es muy importante intentar que el jugador sea lo más objetivo
posible, para poder controlarla de forma adecuada, poniéndose alerta y
buscando recursos que le permitan hacerle frente, es decir que se prepare bien,
siendo paciente y constante, esforzándose a tope en los entrenamiento,
aprovechando al máximo las oportunidades que surjan o los minutos de juego que
le brinde el entrenador. De lo contrario es probable que el jugador se
desmotive y se rinda, si percibe o interpreta que carece de los recursos
apropiados o que el coste es demasiado alto para hacerle frente. Otro riesgo
importante y del que debemos estar alerta es “exceso de motivación” por intentar resolver rápidamente la
situación, que hará que el jugador se exceda en la intensidad cuando sale a
jugar desde el banquillo, queriendo resolver o demostrar todo lo que puede
hacer en 2 minutos, cometiendo graves
errores y reaccionando de forma impulsiva.
Es común entre los habitualmente suplentes, saltar al campo con
ganas de demostrar todo en 2-3 minutos, lo que termina multiplicando la
ansiedad provocando que salga aceleradísimo, como si la adrenalina lo hubiera
poseído, quedando así demasiado expuesto al error. Poner la meta más allá de los “tres minutos fatídicos” puede ayudar
sin dudas a que el jugador no se autopresione pensando en ganarse el puesto
cada vez que le toca entrar. Evidentemente, ningún entrenador le da o le quita
el puesto a nadie por tres minutos de gloria, y pensar que esos tres minutos no
serán tan decisivos o trascendentales va a contribuir a que entre a la cancha
más tranquilo, sin tanta presión ni acelere. Si, ya se: es fácil decirlo. Pero
también es fácil trabajarlo.
Por este motivo es muy importante fortalecer
psicológicamente a los deportistas a través del entrenamiento, manejando
de forma adecuada la motivación y la autoconfianza, planteando objetivos y
retos alcanzables que les obliguen a realizar un sobreesfuerzo, movilizando
todos sus recursos y habilidades de forma controlada, es decir manejando
correctamente los éxitos y fracasos, para que así puedan aprender a funcionar
correctamente, superando las dificultades y logrando los objetivos marcados por
ellos mismos.
De esta forma se consigue que ante una situación negativa (la perdida de titularidad), el jugador sea capaz de convertirla en un reto
(volver a hacerse con un puesto en el equipo) y se sienta motivado y con
confianza, ya que aunque sabe de la dificultad que conlleva alcanzar su
objetivo (volver a ser titular) tiene claro los recursos y habilidades de que
dispone o debe desarrollar para lograrlo (percepción de control), porque ya ha
pasado por situaciones similares con éxito y fracaso.
Para poder realizar este sobreesfuerzo físico y mental, el
jugador debe centrarse en lo que depende de él, esforzándose y aprovechando los
entrenamientos al 100%, potenciando sus puntos fuertes y trabajando sus puntos
débiles.
este articulo es de montse vallejo?
ResponderEliminarSI ME PUEDEN AYUDAR.. TENGO UNA SELECCION DE 20 NIÑOS Y NECESITO HACER UNA CONVOCATORIA PARA UN TORNEO DE LO CUAL EXIGEN 12 NIÑOS NADA MAS.. CUALES SERIAN LOS MEDIOS MAS CONVENIENTE PARA QUE LOS NIÑOS QUE NO SON CONVOCADOS NO SE SIENTAN MAL... ESPERO Y ME AYUDEN CON ESTA SITUACION!!
ResponderEliminarBuenas tardes.. Tengo un niño de 14 años, juega bien al fútbol,.pero el técnico no lo convica a ninguno de los partidos, lo trata como quisiera aburrirlo,,, que hacer? Gracias
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