Las
circunstancias que rodean a la competición deportiva puede derivar en niveles
altos de tensión física, psíquica o ansiedad en los participantes que pueden
ser lo suficientemente intensas como para provocar una influencia negativa en
su rendimiento (Lorenzo, 1997). Esta tensión puede manifestarse también en un
aumento de tono muscular que, evidentemente, es necesaria en la competición
deportiva, aunque un exceso de la misma produce efectos indeseados por el deportista. De acuerdo con
García-Merita, Pons y Atienza (1994),
nuestros
músculos voluntarios trabajan en parejas, mientras unos realizan la contracción
necesaria para producir el movimiento (agonistas), otros se relajan o impiden
un exceso de ángulo en la palanca del gesto deportivo (antagonistas). El
problema puede surgir cuando ambos grupos de músculos (agonistas y
antagonistas) experimentan una hipertonicidad que
afecta
física y psíquicamente al deportista.
Por
lo tanto, parece lógico pensar que “la relajación se usa con frecuencia respecto a los
músculos, lo cual significa liberar la tensión y el alargamiento de las fibras
musculares, en contraposición al acortamiento que acompaña a la tensión o
contracción muscular”
(Payné,
2002, p. 13).
La
tensión puede manifestarse en tres niveles diferentes; el fisiológico, el
conductual y el subjetivo. Para García-Merita, Pons y Atienza (1994, pp.
249-250) “el
nivel fisiológico incluye los cambios viscerales,
somáticos y corticales. El nivel conductual incluye los
actos
externos directamente observables del organismo. El nivel subjetivo se refiere
a la experiencia interna consciente del propio estado emocional o afectivo”.
En
muchas ocasiones los deportistas se sienten más
preocupados por el exceso de tensión muscular, ya que son los músculos los responsables
directos de los movimientos involucrados en la tarea a realizar.
Esta
circunstancia pone de manifiesto, por un lado, la evidente conexión que existe
entre los procesos de tensión-relajación con el cuerpo y la importancia de los mecanismos que están
asociados a la misma. En efecto, tanto el sistema nervioso autónomo como el
sistema endocrino, guardan relación directa con el fenómeno de la estimulación nerviosa
y la relajación. La estimulación nerviosa es gobernada por el sistema nervioso autónomo
a través de sus dos subsistemas; el sistema autónomo simpático (que aumenta la
estimulación cuando el organismo se siente amenazado) y el sistema autónomo
parasimpático (responsable de
devolver
el cuerpo al estado de reposo). Por lo tanto, cuando el organismo se encuentra
ante una situación de excitación o dificultad, el sistema nervioso simpático
incrementa la actividad del corazón, aumentan la tensión arterial y a frecuencia
respiratoria y, se activa un
mecanismo
para perder el exceso de calor corporal. Este proceso “capacita al sujeto para
llevar a cabo una respuesta física” (Payné, 2002, p. 14) tal y como puede ocurrir ante una
situación de competición deportiva. Contrariamente, cuando no existe una
situación de excitación o de dificultad, el sistema autónomo parasimpático
asume el control que
facilita
el estado de calma.
Por
otro lado, la relajación está directamente relacionada con el nivel de
activación (arousal) que provoca una activación
general fisiológica del organismo que varía a lo largo de un continuo,
fluctuando desde el sueño profundo hasta la excitación intensa (Gould y Crane,
1992).
El nivel de activación, por tanto, “aumenta cuando nos enfrentamos a una situación o
suceso placentero, pero también cuando nos amenaza una situación de peligro” (Mora y cols. 2000, p. 105).
Igualmente,
en
la competición deportiva, pueden darse situaciones que pueden ser interpretadas por el
sujeto como amenazantes, lo que puede repercutir
en un indeseado nivel de activación. Para
la Teoría del Impulso (Spence y Spence, 1966), las relaciones lineales entre el arousal y ejecución, en cuanto a que a
mayor nivel de activación también
aumenta el nivel de ejecución, sólo parecen ser
válidas en algunas disciplinas deportivas donde los patrones motores están fuertemente consolidados y
la ejecución implica intensidades de
fuerza
o velocidad muy altas (como por ejemplo ocurre en halterofilia).
Sin
embargo, sobrepasar los límites del arousal,
puede ir en detrimento en la ejecución.
Por
otra parte, La Hipótesis de la U Invertida (Yerkes y Dodson, 1908) postula que
el rendimiento puede ir en aumento mientras que el arousal haga lo propio paralelamente.
Esto sería así hasta cierto punto, donde el aumento del nivel de activación
propiciaría un decrecimiento del rendimiento, por lo que ambas, la ausencia de activación y el exceso de
la misma perjudican el rendimiento. En cualquier caso, como presenta Hanin
(1980) en su Teoría de la Zona de Funcionamiento Óptimo, cada deportista necesita una zona de activación óptima que
favorecerá, en su caso, el máximo rendimiento.
Por
tanto y ante esta problemática, son numerosos los psicólogos deportivos,
entrenadores y deportistas que cada vez son más conscientes de la importancia
de reducir niveles elevados de estrés, ansiedad o activación, cara al
rendimiento deportivo. Las diferentes técnicas de
relajación
pueden proporcionar una reducción en los estados de exceso de tensión, si son
aplicadas correctamente por profesionales y entrenadas adecuadamente por los
deportistas.
OBJETIVOS
PRINCIPALES DE LA RELAJACIÓN.
De
un modo genérico, los objetivos de la relajación pueden ir encaminados a
prevenir y proteger los órganos del cuerpo de un desgaste innecesario, producido
fundamentalmente por el estrés, como tratamiento en distintas condiciones
patológicas o como técnica para permitir calmar la mente y favorecer un
pensamiento más claro y eficaz (Titlebaum, 1988).
En
el ámbito específico del deporte y siguiendo las aportaciones de Buceta (1999)
a este respecto, las técnicas de relajación pueden aplicarse con distintos
objetivos y en función de estos, cada aplicación determinará:
• La forma en que deberá
utilizarse la relajación.
• El grado de intensidad o
profundidad de la misma.
• El grado de dependencia del
psicólogo.
• El tipo de entrenamiento a
realizar.
Para
este autor, los principales objetivos de la relajación en el ámbito del deporte
serían:
i.
La
disminución del nivel de activación general del organismo.
Especialmente
en estados de sobreactivación no deseados, como cuando los deportistas se
encuentran en períodos en los que deben descansar, ayudarles a conciliar el
sueño, recuperarse del esfuerzo realizado durante los entrenamientos o
compensar niveles de
sobreactivación
crónica o casi permanente. Mora y cols. (2000, p. 113) destacan la problemática
que suscita la sobreactivación apuntando que “puesto que existen componentes fisiológicos en la
sobreactivación, es
posible
aprender a regular los niveles de tensión. La técnica de relajación (Jacobson
1938) permite llevar esto a cabo”.
ii.
Utilización
de la relajación como respuesta antagónica a la ansiedad.
Se
presenta la desensibilización
sistemática como
un procedimiento tradicional de la psicología para asociar los estímulos que
provocan la respuesta de ansiedad para asociarlos a una respuesta antagónica
que es, generalmente, la relajación. Esa respuesta antagónica a la
ansiedad provocaría un contracondicionamiento que permitiría al deportista, en ese
caso, reducir su ansiedad ante, por ejemplo, una determinada competición o
rival.
iii.
Control
de la activación en situaciones reales de afrontamiento.
Para
Buceta (1999, p. 13) “la
relajación como estrategia de afrontamiento, es una habilidad apropiada en
todas las situaciones estresantes en las que
los deportistas deben rendir (…) en estos casos, el objetivo no es la eliminación de la
activación sino su control”.
Esta aplicación de la relajación como estrategia de afrontamiento, es de suma
importancia cuando el deportista la domina puesto que aparecerán situaciones aversivas
a las que tendrá que hacer frente durante la competición.
iv.
Facilitación de la práctica en imaginación.
Efectivamente,
un estado apropiado de relajación puede facilitar la práctica de la imaginación
o visualización. Esto es especialmente interesante en los deportes que tratamos
en este trabajo (deportes individuales y de adversario) donde, como se vio en
el apartado de la atención/concentración (apartado 1.5), los deportistas deben
(normalmente) focalizar su atención hacia una dimensión interna-reducida para visualizar mejor los gestos técnicos a
realizar.
Como
se puede advertir, son diferentes las posibilidades de este tipo de técnicas y
su aplicación debe ir en función de las necesidades del deportista.
Aunque
son diversas las técnicas de relajación existentes, vamos a centrarnos en
algunas de las que son consideradas por diversos autores (Harris, 1991;
Weinberg y Gould, 1996; Onestak, 1991; Buceta, 1999; Mora y cols. 2000; Dosil,
2004) como las de mayor influencia en el ámbito del deporte de competición, con
preferencia especialmente a los deportes individuales y de adversario, que es
el tema que nos ocupa.
Igualmente
y con el propósito de enmarcar las principales estrategias que se orientan a
facilitar los procesos de relajación, seguimos las aportaciones de Harris y
Harris (1987), Lorenzo (1997) o Williams y Harris (2001). En efecto, y de
acuerdo González (1997, p. 85), se pueden seguir dos procedimientos
fundamentalmente para alcanzar el mismo objetivo: “Poner ideas de relajación
en nuestra mente y cerebro para aliviar la tensión de nuestros músculos o
relajar nuestros músculos para aliviar
la tensión de nuestra mente”
Es
decir, por un lado se puede proceder a la búsqueda de la relajación partiendo
de las sensaciones de exceso de tono muscular para tomar conciencia de lo que
se siente en ausencia de esa tensión (ejemplo de este procedimiento pueden ser
la técnica de Relajación Progresiva de Jacobson (1929) y el control de la
respiración), por otro, aquellas estrategias que parten de ideas, pensamientos
o imágenes de relajación para lograr una disminución del sistema nervioso
simpático que derivará en una bajada de presión sanguínea, frecuencia
respiratoria y consumo de oxígeno y, por lo tanto, un descenso de la tensión
muscular. Un
exponente
de estas técnicas es el Entrenamiento Autógeno de Schultz y Luthe (1959) cuyo
procedimiento tiene como objetivo que la persona entrenada sea capaz de
auto-generar su propia relajación.
El
próximo día continuaremos tratando el tema con técnicas como el control de la
respiración, el entrenamiento autógeno o la relajación muscular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario